Época: Hiroshima L3
Inicio: Año 1942
Fin: Año 1945

Antecedente:
La guerra en Birmania

(C) Virginia Tovar Martín



Comentario

A mediados de octubre los aliados -británicos, gurkhas, indios, africanos, etc.-, pasado el monzón, iniciaron el avance hacia Kalemyo, hacia la llanura central birmana, y una vez cruzado el Chindwin -diciembre-, no sin vencer gran resistencia japonesa, ocuparon Kalewa.
Los japoneses estaban agotados y con material desgastado o escaso, no podían recibir reservas ni suministros -estaban ocupados en Filipinas y en China-, y sólo podían retirarse combatiendo, para retrasar lo más posible el avance aliado. La retirada japonesa sólo se detendrá un tiempo a comienzos de 1945, en la llanura central, donde plantearán la resistencia sobre el río Irawady y, luego, alrededor de Mandalay -o Mandale-, como veremos.

En la costa, tres divisiones aliadas de Christison fueron empujando a dos divisiones japonesas -de Sakurai- hacia el sur, en diciembre, y a fines de enero habían ocupado un buen trecho de costa y la isla de Ramree.

En el Irawady, Slim atacó a Kimura -sucesor de Kawabe-, pero no pudo envolverlo, y éste constituyó una línea defensiva al norte de Mandalay en enero. Sólo en febrero los aliados podían formar algunas cabezas de puente al sur de Mandalay y tomar Meiktila -o Meikhtila-, más al sur, cortando la comunicación entre las fuerzas japonesas del centro y las de Rangún.

En el extremo norte Stilwell había reorganizado a sus fuerzas chinas -ahora sólo dos divisiones, pues el resto combatía en China contra el mismo enemigo- y norteamericanas, con las que iba a mantener abierta la ruta de China a partir de Myitkyina, que había ocupado a fines de 1944. Y los japoneses pensaban hacer todo lo posible para reabrir la carretera y proteger sus suministros de petróleo. El ataque de Stilwell obligó al general Honda a retirarse, y fue enviado a defender, sin éxito, Meiktila. El XV Ejército japonés había quedado destruido.

A fines de febrero los británicos llegaban a Mandalay, furiosamente defendida por los japoneses, pese a carecer de aviones, durante dos semanas. El 20 de marzo de 1945 los aliados entraban en la ciudad; los japoneses, muy maltrechos, se retiraban hacia el sur. La toma de esta ciudad y de su zona había costado a los aliados unas 10.000 bajas, y muchas más a los japoneses, que perdieron casi todo su material.

En esto, los dirigentes colaboracionistas birmanos se pasaron a los aliados -marzo-, lo que tuvo mucha importancia, pues una buena parte de sus fuerzas y el apoyo de la población fue para aquéllos. La promesa de independencia, hecha ahora por los británicos, a regañadientes -sólo Mountbatten era favorable- había sido considerada firme por Aung San y los demás nacionalistas birmanos. Por otro lado, se quería alcanzar Rangún a comienzos de mayo, antes de las lluvias, por lo que se hacía necesaria la colaboración birmana, tanto la política como la del Ejército nacional que había combatido por los japoneses, y como la de las guerrillas izquierdistas de Thakin Soe, que habían estado de parte de los británicos desde 1943.

En el norte los chino-norteamericanos de Stilwell habían hecho pocos progresos. Los chindits estaban agotados, su número reducido, y fueron retirados. Los sustituyó una división india. A comienzos de 1945, por fin, Stilwell era capaz de limpiar la carretera birmano-china y asegurar definitivamente los suministros para el Ejército de Chiang Kai-chek.

Volviendo a la campaña de Rangún, en marzo Slim se hallaba todavía a unos 400 km. de la capital. Había que reorganizarse y descansar. Pero esto último no será posible. Dos columnas británicas, el XXXIII Ejército de Stopford, que avanzaría a lo largo de Irawady, y el IV, de Messervy, que descendería a lo largo de la línea férrea que de Toungoo lleva a Pegú, se encontrarían en Rangún.

El peso de la operación recayó en Messervy. Los aliados contaban también con fuerzas birmanas. Mientras los británicos y birmanos atacaban en el río Sittang, los guerrilleros karen lo hacían en el Delta del Irawady. El avance de Slim hacia Rangún se vio así acelerado, pero sus líneas de comunicación y suministro se alargaron, cuando estaban a punto de comenzar las lluvias, pero ya casi no había enemigo y, además, los adversarios disponían de abundantes vehículos y toda clase de material. Al mismo tiempo, se preparó una operación anfibia, con planeadores, desde Akyab y Ramree, que facilitó notablemente el avance de Slim hacia Rangún.

El XV Ejército japonés era la sombra de sí mismo y se retiraba en desorden, intentando atravesar las tierras shan, hacia China y Thailandia. El XXXIII Ejército de Honda no llegó a alcanzar el Sittang, en su marcha hacia el este, porque los carros británicos lo destruyeron.

El 25 de abril de 1945 era capturado el aeropuerto de Toungoo, al norte de Rangún, mientras los japoneses habían evacuado la capital ya desde el 22, aunque los británicos que avanzaban por la costa sólo entrarán en ella el 3 de mayo; Pegú había caído ya el 30 de abril.

Los 50.000-60.000 japoneses que quedaban en Birmania hacían lo imposible para evacuar el país y refugiarse en Thailandia, como intentaban hacer los restos del XXXIII Ejército y otras unidades atrapadas al oeste del Irawady. Los británicos pudieron cortarles el paso en dos ocasiones, entre mayo y junio, y unos 15.000 japoneses quedaron entre el Irawady y los montes de Pegú, hambrientos y desesperados, con escasas posibilidades de huir o de sobrevivir.

El 3 de julio de 1945 Honda atacó a los británicos en un intento de aliviar a Sakurai, en las proximidades de Waw, pero no pudo hacer nada positivo. En julio, pues, los japoneses trataron de pasar definitivamente a Thailandia, dividiéndose en pequeños grupos, para dificultar la localización por parte del enemigo y facilitar sus movimientos. Pocos de los que llegaron al Sittang pudieron cruzarlo. Entre fines de julio y comienzos de agosto algo más de 6.000 japoneses pudieron refugiarse en Thailandia. La campaña de Birmania había terminado.

La victoria aliada, tras las graves derrotas de 1941 a 1943, se había debido a la mayor abundancia de material, a la menor dispersión de sus fuerzas, a la superioridad aérea, a la existencia de comandantes competentes, en particular Mountbatten y Slim, pero también, en cierto modo, el extraño Stilwell. La tropa se había mostrado incapaz en un primer momento; luego, el buen entrenamiento y la veteranía adquirida hará de ella un buen elemento y un factor a considerar en la victoria.

Los japoneses habían dispersado demasiado a sus tropas, y no siempre habían dispuesto del material adecuado, en calidad o en número. Habían tenido jefes competentes, en general, como Honda, Iida, Sakurai. La tropa, dotada de gran disciplina y sumisión a los mandos, había combatido con obstinación y espíritu de sacrificio, muchas veces hasta el último hombre.

Se habían producido fricciones entre los aliados, entre británicos, norteamericanos y chinos, y en particular entre los dos primeros, a causa de la utilización de los transportes aéreos norteamericanos en operaciones británicas y, más gravemente, por cuestiones relacionadas con el mando; los británicos, que llevaban el peso de la campaña, tuvieron que dejar bien claro que había sólo dos comandantes supremos, Mountbatten y Chian Kai-chek -bajo esté último estaban los norteamericanos, pese a las veleidades de mando de Stilwell, que pretendía disponer a su antojo de las divisiones chinas, e incluso, desde la muerte de Wingate, de los chindits.

La actuación de éstos ha levantado polémicas, sobre todo recientemente. Considerado Wingate un héroe, un genio, el terror de los japoneses, por algunos oficiales que sirvieron bajo su mando y por algunos autores -éste es el caso del libro de M. Calvert, Chinditas, la gran incursión y de otros-, es un personaje mediocre para otros oficiales y autores, e incluso un inconsciente, un incompetente, un botarate, que llevaba a sus hombres a mataderos totalmente inútiles, y que en realidad causó poco daño al enemigo. Esto es lo que dicen James -Chindit- o Bidwell -Chindit War-, que sirvieron bajo Wingate (30).

Parece ser que la segunda visión, la negativa, se acerca más a la verdad. Es cierto que los chindits introdujeron un nuevo método de lucha que tuvo cierta eficacia, sobre todo cierto efecto psicológico, y que sus bajas, pese a ser elevadas, muchas veces por errores de Wingate, fueron bastante inferiores a las causadas a los japoneses, quizá en una proporción de 1 a 5. Los norteamericanos no estaban satisfechos con los chindits, por su discutible eficacia, pero también, como dice Calvert, porque al colocarse detrás de las líneas enemigas habían causado un problema de demarcación con los norteamericanos. Es cierto, asimismo, que Wingate se mostraba excéntrico, innecesariamente duro con sus soldados, que lo que él llamaba éxitos a veces no fueron sino retiradas desastrosas e incluso ridículas, y que otras veces sólo gracias a los aprovisionamientos por aire norteamericanos pudo escapar a nuevos desastres. Las primeras incursiones fueron las más eficaces; las dos o tres siguientes, dejaron mucho que desear. Es posible, como dice un crítico, que, en particular en las incursiones posteriores, su eficacia fue casi nula y que su cometido lo podrían haber realizado tropas regulares.

En cuanto a los nacionalistas, éstos habían sido muy hábiles, en particular Aung San, y fue reconocido dirigente principal del movimiento nacional birmano por los aliados. Pero ésta es ya otra historia.

Birmania será utilizada desde ahora como base para la reconquista del resto del sudeste asiático. China volverá a ser aprovisionada hasta el fin, ya próximo, por otra parte, de la guerra.